Supongamos que estamos en mi casa y ves que tengo un hermoso dinosaurio de juguete. Te encanta, me pedís que te lo regale, digo que sí y te lo doy.
Ahora ese tiranosaurio rex de plástico es tuyo. Así de sencillo. No necesitamos ningún intermediario ni escribano que certifique lo que pasó entre los dos.
¿No sería maravilloso un mundo sin intermediarios?
Spoiler: Sí.
Una vez que te di el dinosaurio, ya no se lo puedo dar a nadie más. Era el único que tenía y perdí por completo el control sobre él. Ya no es mío. Ahora es tuyo.
Así que yo no puedo hacer más nada con el dino, pero vos sí podés hacer lo que quieras: quedártelo, regalárselo a alguien o mandarlo al espacio en un cohete de SpaceX.
Así de sencillo es el intercambio de objetos en el mundo físico.
Así funciona cuando comprás en la verdulería y en el kiosko, o cuando regalás un chocolate.
Bastante simple, ¿no?
Ahora compliquémosla un poco...
Supongamos además que tengo un dinosaurio digital en mi computadora y también me pedís que te lo regale.
Ese dinosaurio digital no funciona igual que el de plástico. No tenemos forma de saber si es único porque, de hecho, lo puedo copiar todas las veces que quiera, distribuirlo por internet y que le llegue a medio planeta.
Ahora tenemos un problema.
Un problema bien complejo que los científicos de la computación bautizaron como el “problema del gasto doble”. Y que hasta hace muy poco no estaba resuelto.
Tal vez podamos usar algún tipo de registro para este dinosaurio pixelado. Como un libro contable digital, con un responsable que lleve la cuenta de quién tiene cada cosa.
Allí se podría anotar a quién pertenece cada dinosaurio digital. Por ejemplo, que Sebastián tiene un tiranosaurio rex, Bruno un iguanodon y Marina un estegosaurio.
Además de anotar cada vez que un dinosaurio cambia de dueño, el responsable debería guardar el libro en su computadora y sería también el encargado de mantenerlo al día.
Así tendríamos un registro preciso de todos los dinosaurios existentes y de cada dino-transacción.
¡Bien! Parece que este libro contable nos solucionaría el problema…
¿Lo solucionaría?
Lamentablemente no es tan fácil. Todavía pueden pasar varias cosas… algunas bastante turbias.
Supongamos por caso que el responsable de las anotaciones quiere hacerse unos triceratops gratis y modifica el registro. Adiós libro contable, fue un gusto...
Por otra parte, volvimos a meter un intermediario y esto ya no se parece en nada al intercambio del dino de juguete. Nuestra utopía de un mundo sin escribanos duró muy poco.
Entonces, hagámonos de una vez la pregunta fundamental: ¿se puede llevar la simpleza del intercambio físico al mundo digital?
Bueno, sí se puede, gracias a un desarrollo que lleva más de una década: Bitcoin.
Cómo funciona Bitcoin (explicado con dinosaurios)
Probemos mejorar nuestra solución, aunque implique hacerla un poquito más compleja.
Esta vez creemos un libro contable que en vez de estar en la computadora de una sola persona esté en la de muchas. En cientos, miles o millones de computadoras a la vez.
Además, este libro estaría disponible para cualquiera. Y lo más importante: cada vez que se haga una transacción de dinosaurios, todas las copias del libro se sincronizarían a la vez.
En este libro contable, digital y público no se podría hacer trampa porque si alguien intentase mandar un dinosaurio que no tiene, su libro contable no sincronizaría con el resto y la operación no sería válida.
Además, cada nuevo usuario que adopte el sistema lo volvería más difícil de romper. Cada vez que alguien se sume se agregaría una copia más del libro contable que el tramposo debería modificar en caso de una falsificación.
Cualquiera podría sumarse a la red, descargarse una copia de este libro contable público y contribuir a validar las transacciones de dinosaurios.
Y para fomentar esta validación comunitaria se podría agregar un incentivo, de modo tal que cada vez que alguien valide una transacción se gane 5 dinosaurios digitales.
De esta forma queda solucionado el problema del doble gasto sin la necesidad de recurrir a un único intermediario o responsable.
Lo mejor de todo es que este sistema existe y se conoce como “protocolo Bitcoin”. Es justamente el sistema de reglas que hace funcionar a Bitcoin.
Si en aquella explicación cambiamos dinosaurios por bitcoins llegaremos a una explicación bastante cercana a cómo funciona esta tecnología.
Ahora, repasemos las ventajas de tener un libro contable público:
- Los dinosaurios digitales iniciales están registrados en el libro contable. Sabemos la cantidad exacta que existe y también que estos dinos son limitados. Tenemos siempre control total sobre la cantidad.
- No necesitamos intermediarios ni autoridades. ¡Adiós escribanos! Ahora sí de verdad.
- Cuando te mande un dinosaurio digital, va a ser tuyo y de nadie más. Se sincroniza el libro publicó contable y listo. Solucionado el problema. Fin.
En otras palabras, logramos que los dinosaurios digitales funcionen de la misma forma que los dinosaurios reales.
Así nos quedamos con lo mejor de los dos mundos.
Puedo mandar un dinosaurio, mil o 0.0000001. De Argentina a Hong Kong, China o África. Sin necesidad de pasar por ninguna autoridad central y mucho menos por un banco.
Grosso.
Incluso podríamos montar otras “cosas” digitales encima de estos dinosaurios: texto, una nota, acciones de bolsa, contratos. Las posibilidades son enormes.
Así de piola es Bitcoin.
(*) Este artículo es una adaptación libre de Freecodecamp.
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