En la primera entrega de esta serie revisamos la creación del sistema monetario argentino, los roles de los bancos en el país, y las relaciones entre el peso, el dólar estadounidense y el oro durante las primeras décadas del Estado argentino. Pudimos ver que el problema de la inflación es prácticamente constante en la historia, lo que abona aquella teoría de la "inflación estructural". Y notamos que muchas veces los aumentos de precios y la pérdida de valor del peso dependen también de motivos fortuitos, internacionales, y ajenos a las voluntades de gobiernos, oposiciones, mercados, empresas o trabajadores.
Recientemente, el Centro de Estudios y Servicios de la Bolsa de Comercio de Santa Fe hizo un informe analizando la evolución de precios desde la Revolución de Mayo, es decir, en los últimos 212 años (actualmente 213). A lo largo de estos más de dos siglos de historia argentina, la inflación promedio ha sido del 51% anual, con picos superiores al 3000% anual en la hiperinflación de 1989/1990. Incluso si se quitaran del cálculo los años con hiperinflación, el promedio de inflación argentina estaría alrededor del 9% anual histórico.
Moneda local, precios internacionales
Muchas fuentes señalan que el primer momento de gran notoriedad de la subida de precios en pesos, ya con el Estado argentino soberano, fue en 1826 con la carne impagable para el mercado local. La carne seca y curada conocida como charqui se convirtió no solo en un éxito local sino en un producto de exportación, y cuando los secaderos empezaron a vender carne al exterior, impusieron en el mercado local precios internacionales que eran inalcanzables para los trabajadores argentinos.
Es solo otro ejemplo de cómo los sucesos que se dieron hasta 1900 muestran que el valor del peso siempre estuvo en tensión con el dólar estadounidense, con los vaivenes de los bancos extranjeros (o los organismos de crédito internacionales) y del comercio exterior. No, no es algo de las últimas décadas... Ya entonces, que el modelo económico elegido por el país priorizara la exportación sin proteger el consumo local llevó a alzas insostenibles de precios en alimentos que integraban la dieta básica argentina, y esos aumentos terminaron trasladándose a cada área de la economía.
En varios momentos, los cierres de fronteras económicas (en general por gobiernos militares de facto) dejaron aislada a Argentina. En otras ocasiones, el país se benefició de problemas en otros continentes. Para bien o para mal, el contexto internacional siempre juega en la economía argentina, desde mucho antes de internet y la globalización.
El granero, la guerra y la deflación
Con mejores y peores épocas, Argentina sostuvo el modelo agroexportador hasta la Segunda Guerra Mundial, aunque se resintió bastante al comienzo de la gran crisis del '29. El plan era muy simple: producir alimentos básicos (carne, cereales) y materias primas (cuero, lana) para exportarlos al mundo, y con esa plata comprar lo que no se hacía acá.
Esa Argentina "granero del mundo" estuvo abierta durante décadas, atendiendo a toda hora y más allá de nombres de presidentes, de signos políticos, de bancos internacionales, de tiendas extranjeras, de golpes militares o de las migraciones internas, latinoamericanas y europeas. Sin embargo, salvo durante algunos años sueltos acá y allá a lo largo del siglo XX, esa bonanza no se tradujo necesariamente en una mejoría de la calidad de vida.
Fueron años de esplendor cultural, de desarrollo deportivo, de educación universitaria pública y de ampliación de la clase media; y, al mismo tiempo, de una corrupción inmensa, de violencia social, de explotación laboral, de asesinatos políticos y de golpes de Estado. Años también de la Primera Guerra, que disparó el índice hasta el 7,4% anual.
Entre 1900 y 1940, el funcionamiento del mercado y las medidas políticas (de todo corte, pero en general impuestas por el lobby agroganadero) ofrecían tal estabilidad de ingresos, y la actividad productiva y comercial era tan ágil, que durante 40 años la inflación anual se mantuvo en un solo dígito.
Después de arrancar en un 13,5% en el cambio de siglo, entre 1902 y 1914 la inflación promedió menos de un 2,5% anual. El máximo fue el 7,4% de 1906; y hasta hubo una deflación (una caída de precios interanual) de casi el 3% en 1903.
Del boom radical a la "década infame"
En 1916, el radical Hipólito Yrigoyen se convirtió en el primer presidente elegido por voto secreto y obligatorio. Sus primeros años, la inflación golpeó fuerte, con un pico del 26% en 1918. Pero cuatro años más tarde, para 1922, la deflación marcaba una caída del 16% en los precios. Luego de Yrigoyen, durante el gobierno del también radical Marcelo T. de Alvear, entre 1922 y 1928 se promedió un 0,6% de deflación anual.
En 1930, después de haber vuelto al poder en 1928, Yrigoyen se convirtió además en el primer presidente electo en ser derrocado por un golpe de Estado cívico-militar en Argentina. Ese evento empezó una serie de interrupciones democráticas que duró medio siglo. La primera parte de ese proceso fue la conocida Década infame, entre 1930 y la caída del conservador Ramón Castillo, en 1943. Durante esos años, el radicalismo fue proscrito y se recurrió a la intimidación y al fraude.
Luego de la gran crisis financiera global y del golpe de Justo y Aramburu, en 1933 Argentina negoció el pacto Roca-Runciman, llamado así por los apellidos responsables: el vicepresidente Julio Argentino Roca (hijo) y el referente de negocios del imperio británico Walter Runciman. Este acuerdo garantizaba la compra de carne argentina a cambio de condiciones muy desfavorables: el Banco Central se crearía bajo control de capitales británicos, las exportaciones quedarían en manos casi exclusivamente de empresas inglesas, y los medios de transporte porteños pasarían a manos de una empresa mixta de control inglés.
Durante los siguientes años, los precios crecieron a índices en general bajos, en torno al 2% anual. Los principales problemas públicos no estaban al nivel del consumo, sino más bien de la representación política.
Las primeras presidencias de Perón
La inflación recién volvió a ser un tema preocupante durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón, entre 1946 y 1952. Con opiniones diversas que dependen de en qué zona del espectro ideológico se ubica cada cual, historiadores y economistas señalan que el recrudecimiento de la inflación se debió o bien a las políticas redistributivas del peronismo (el llamado "justicialismo social") o bien a la especulación del sector financiero y la oligarquía, o bien a las presiones internacionales, o bien...
Como sea, en cuanto a las subas de salarios y las mejoras en las condiciones de trabajo, los costos no fueron absorbidos por los empresarios de sus ganancias, sino que optaron por trasladar ese aumento en los costos al precio de los productos, remarcándolos considerablemente. El gobierno intentó multar a quienes subían los precios, pero no logró combatir el problema de raíz y hubo años con casi el 60% de suba de precios.
Muchos analistas señalan, sin embargo, que en esos años el combo de inflación moderada con alto nivel de crecimiento (el consumo llegó a aumentar 50% de un año a otro) hizo que esas subas de precio no constituyeran un problema tan grave. Y eso que durante la primera presidencia de Perón la inflación promedió un 22,6% anual entre 1946 y 1951.
De hecho, aunque los responsables del golpe de Estado de 1955, la llamada "Revolución Libertadora", pusieron como excusa la situación económica para derrocar a Perón, por entonces la inflación era bajísima para el promedio de la historia argentina: un 4%.
Entre los golpes de Estado y las deudas con el Fondo
El gobierno de facto de Pedro Aramburu impuso medidas para contener un problema que no parecía existir, implementando congelamientos de precios y de salarios. Igual, la inflación trepó al 14% en 1956 y al 24% en 1957. Ese mismo año se dio el primer préstamo del Fondo Monetario Internacional.
El FMI y el Banco Mundial habían sido creados en 1944, pero Argentina tuvo su primer desembolso recién en 1957: 75 millones de dólares pedidos por la dictadura de Aramburu con excusa de combatir la inflación. Tarea que no resultó exitosa, sino al contrario: empeoró todo.
El siguiente gobierno democrático, el de Arturo Frondizi, volvió a pedir dinero en 1958 (y en 1959, y en 1960...) para paliar una situación empeorada por la dictadura militar, pero igual tuvo en 1959 una inflación récord, que por primera vez superó los tres dígitos: su primer año, pasó del 22 al 113%, debido sobre todo a las políticas impuestas por el plan de ajuste del Fondo Monetario Internacional, obligatorio para recibir sus préstamos. En el peor momento de su gobierno, la inflación llegó a más del 150%. Un nuevo golpe de Estado cívico-militar derrocó a Frondizi y estableció a José María Guido como presidente: gobernó entre 1962 y 1963, con un promedio del 26% de inflación.
En octubre del '63 asumió Arturo Illia, que gobernó tres años, con inflaciones cada vez mayores: 22% en 1964, 28% en 1965, 32% en 1966. Ese año fue derrocado por otro golpe, el del general Juan Carlos Onganía, que se continuó en los mandatos de facto de Roberto Marcelo Levingston y Alejandro Lanusse. Durante la llamada "Revolución Argentina", la inflación promedio fue del 27%, con un pico de 58,5% en 1972, que hasta esa fecha era el segundo valor más alto desde comienzos del siglo.
Durante 15 años de breves gobiernos democráticos y dictaduras militares, tanto quienes llegaron por el voto como quienes llegaron por la fuerza patentaron el uso y abuso de la toma de deuda internacional. Aunque, con una combinación letal de corrupción, impericia, ignorancia y maldad, no la usaron para desarrollar las bases económicas del país. En ninguno de los casos lograron ponerle un freno consistente a la inflación.