Cómo funciona la web3
El esqueleto de la web3: protocolos que regulan los servicios, smart contracts para operar de forma casi automatizada y oráculos para actualizar condiciones.
Guías
Todo el andamiaje cripto de la web3 tiene por detrás una columna vertebral, que es ni más ni menos que código de computadora. De hecho, las blockchains públicas (también existen casos de usos privados de este tipo de redes) permiten ver este código fácilmente. Los protocolos, los smarts contracts y los oráculos son los engranajes que hacen que toda esta maquinaria cripto pueda funcionar sin intermediarios, de forma tal que para sus usuarios puede parecer automatizada. Además, tanto la integridad de los registros como la ejecución de sus procesos fundamentales están protegidos por criptografía.
Los protocolos son cuerpos de pautas y condiciones que regulan el funcionamiento de una actividad, un producto o un servicio. Las pautas de convivencia de una escuela, los procedimientos sanitarios por la pandemia o el ceremonial que indica cómo atender una mesa son tres casos.
Pero los protocolos no sirven solo para eventos políticos o sociales: el email, por ejemplo, funciona a través de protocolos de internet como TCP/IP o HTTP, dedicados a la comunicación y transmisión de hipertexto entre dispositivos.
En este caso, los protocolos cripto son la base para las redes y los desarrollos web3, que tienen la capacidad de funcionar de forma descentralizada a todo nivel, justamente porque los protocolos habilitan el flujo de información y de fondos de forma segura, confiable y con distintos niveles de privacidad, según cada cadena.
El aliado de un protocolo cripto son los conjuntos de smart contracts que determinan la forma y estructura de una red o un servicio, así como sus características, posibilidades y pautas de uso. Si los protocolos son la columna vertebral, los smart contracts arman el resto del esqueleto.
Pese a su nombre, no son formalmente contratos legales sino piezas de código que se ejecutan automáticamente en un entorno blockchain. Su principal función es permitir que el ecosistema funcione sin la permanente supervisión e intervención humana. Estos "contratos inteligentes" aseguran que lo programado se cumpla según se alcanzan las condiciones.
Las órdenes de compra de tokens, la venta de un NFT, la distribución de recompensas de un juego blockchain, la votación de una comunidad descentralizada o DAO, la creación de una nueva criptomoneda... en el ecosistema cripto, todo depende en algún punto de un smart contract.
Los contratos inteligentes no tienen forma de acceder, decodificar y entender datos que estén fuera de la blockchain en la que operan. Ahí aparecen los oráculos, especie de "traductores" entre el mundo concreto, offline, y el ecosistema cripto y las herramientas de la web3.
Los oráculos intervienen en muchas operaciones fundamentales del campo cripto: algunos se usan para mantener regulado el precio de las stablecoins, pero también hay otros que reciben y procesan información climática y disparan interacciones en los sistemas de una empresa de logística y distribución agrícola con trazabilidad blockchain, por ejemplo.
A grandes rasgos, si un smart contract determina algún tipo de interacción entre la blockchain y el afuera, el oráculo rastrea e informa del cumplimiento de las condiciones. Por ejemplo, si un juego quiere dar una recompensa constante en dólares por cumplir una misión, pero la paga con un token de precio variable, el oráculo puede evaluar una información externa como el precio de venta promedio del token en exchanges, e interactuar con el smart contract del juego para automatizar la cantidad proporcional del token que se debe pagar minuto a minuto.